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La batalla de Karansebes

  • Foto del escritor: Xabier Gutierrez Zugazartaza
    Xabier Gutierrez Zugazartaza
  • 19 ene 2022
  • 3 Min. de lectura


Austria siempre ha tenido la mala fama de haber perdido todas las guerras. Siempre ha sido el contendiente grande que todos vencen, como si de una película de acción se tratara en el que el protagonista humilde se entrena en profundidad y termina venciendo a su contendiente entrenado experimentado y con mayor capacidad económica (no se vosotros, pero en este momento me he imaginado a una película de Rocky). Y esto se puede ver en la Guerra de los Treinta años en la Batalla de Breitenfeld, en la famosa Austerlitz en el contexto de las Guerras Napoleónicas, o en la derrota de la Primera Guerra Mundial.


Pero la realidad ha sido muy diferente. Siempre ha sido un contendiente siempre digno capaz de reorganizarse rápidamente y crear una fuerte oposición a todo aquel que le ha retado, siendo así un imperio multinacional y multicultural durante más de cinco siglos. Y todo eso en gran parte por la capacidad del ejército de aglutinar a todos esos pueblos y de mantener intacta esa unidad hasta que ya después de la Gran Guerra se desmoronaba todo.


No todo ha sido derrotismo para este pequeño país alpino, pero tampoco todo ha sido gloria. Y a veces se sabe que la historia supera a la ficción. Y este es uno de esos casos, una de las batallas más estúpidas y cómicas de la historia. Hablamos de la batalla de Karansebes. Esta batalla ocurrió en el contexto de la Guerra Austro-turca, entre 1787 y 1791. Este fue uno de tantos conflictos fronterizos entre los dos imperios.


En ese momento, el ejército austriaco, con más de 100000 hombres se dirigía hacia la ciudad de Karansebes, en la actual Rumanía, con la intención de adentrarse en territorio enemigo. Como era normal en la época, la caballería ligera era la que habría el paso del ejército, para en el caso de avistar el enemigo, avisar al cuerpo mayor y entablar las primeras escaramuzas. En este caso los responsables fueron los famosos Húsares, caballería ligera nacida en Hungría y que tenía fama de ser la mejor caballería europea del momento. Estos en cambio no vieron al enemigo, y después de asegurar la zona empezaron a acampar mientras llegaban los demás.


En esa espera, se dice que se encontraron con unos Gitanos que comerciaban con aguardiente, y les compraron unos barriles. Los siguientes en llegar fueron un cuerpo de infantería que, al ver la juerga de los Húsares, querían también un poco de aguardiente. Pero los Húsares, que para entonces estaban más cocidos que un buen plato de garbanzos, les dijeron que no, y estos empezaron una trifulca que se salió de madre.


Los húsares hicieron una barricada para proteger su preciado tesoro líquido, y la infantería atacaba para quitarles un poco, lo que conlleva una histeria y un caos increíble. Y en medio de este caos ocurrió la tragedia: un disparo anónimo sonó en la ciudad, y alguien gritó ¡turcos!, lo que hizo reinar el caos. El resto de la tropa que estaba llegando pensaba que era un ataque, por lo que la caballería cargó y la artillería disparó a lo que pensaban que eran los turcos, llevando con ello a unas 1000 personas en total.


Cuando el orden se restableció y la paz llego, el Emperador José II de Habsburgo que fue quien comandaba las tropas, se dio cuenta que no había ningún enemigo y la gran pérdida que supuso este estúpido incidente. Las pérdidas fueron elevadas por lo que después del incidente los austriacos dejaron la ciudad, y dos días después del incidente los turcos tomaron la ciudad sin ningún problema. A pesar de todas las incógnitas que rodean a esta “batalla” creo que si es oportuno haberles dado a los austriacos un libro como el siguiente



 
 
 

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